Por Amor al Cine

Blanca Nilda Suarez

La persona que me introdujo en el maravilloso mundo del cine fue mi abuela materna. A  pocos metros de su casa vivía  Don Ataliba que, durante la semana recorría el barrio y entregaba avisos de las películas que, todos los sábados, al caer la tarde, proyectaría en  la pared exterior de su casa que él había encalado.

Una tarde de verano mi abuela me invitó a ir al “Cine de Don Ataliba”. Cargamos,cada una su banquito y fuimos a ver la película italiana “Ladrones de bicicletas”.

La hija mayor de Don Ataliba, paradita al costado del portón y vestida de gala, daba la bienvenida y cobraba la entrada.

A mi abuela la recibió con cariño y le dijo:

    – ¡Con lo generosa que es Ud. Doña Guillermina! ¿Cómo le voy a cobrar la entrada?

    -¿Le parece que su nieta va a entender algo?

Mi abuela le respondió con orgullo acerca de mi precocidad y entramos al patio adornado con guirnaldas de triángulos de papeles de colores.

Después de mirar con curiosidad el ruidoso proyector, nos sentamos entre las primeras filas a esperar el  anochecer.

Una luz potente iluminó la pared, oscureció todo alrededor, sonó una orquesta y apareció la imagen.

Después del pánico que sentí al ver a aquellos gigantes con inmensas cabezas parlantes y manos que gesticulaban sin parar,empecé, lentamente, a entender la secuencia de los hechos. Allí estaba la realidad, nosotros éramos una fantasía, yo  debía seguir avanzando por ese túnel hasta integrarme a la película.

Empecé a llorar. Abracé a mi abuela y juntamos nuestras lágrimas .La experiencia de ese primer encuentro con el cine fue completa, física, mental y espiritualmente;una conmoción que mi abuela percibió, porque al regreso cortó un jazmín, hizo un té y nos sentamos a conversar un largo rato.

Y seguimos viendo las películas que seleccionaba Don Ataliba hasta que, para continuar una carrera tuve que venir a Montevideo., entonces a través de cartas compartíamos, con mi abuela, las noticias cinematográficas, y la apertura de nuevos cines.

Un día, caminaba por 18 de Julio y allí estaba Don Ataliba. Caminaba con dificultad, algo encorvado, el cabello completamente blanco, pero su voz seguía siendo una campanita.

     -¡Qué  alegría! ¡Qué alegría!

Nos abrazamos y entramos al Café Sorocabana a ponernos al día..Nuestra conversación, como si el tiempo no hubiera pasado, fué sobre cina. Los dos seguíamos con la misma locura, pero Don Ataliba estaba metido, con un grupo de amigos, en un proyecto que, según él, era de grandes dimensiones y con perspectivas de futuro. Iban a fundar una institución dedicada a la promoción del cine, pero del buen cine, con contenido,que propicie debates… Ante mis preguntas que giraron en torno al lugar, al momento, al nombre y otros detalles, Don Ataliba, hizo un largo silemcio y muy serio me contestó:

       – ¡Por ahora es un secreto!!! Pero muy pronto será una gran noticia! Una noticia para marquesina!!!!