Patrimonio Nacional

Santiago Marenco Pence 

STM
60 – CIUDAD VIEJA
1 HORA
ESTUDIANTE A MVD
VALOR: 1 viaje
Sdo: 0 viajes
Vto. Viaje: 10/11/21, 20:29

Rivera. 18. Facultad de Derecho. Biblioteca Nacional. McDonald’s. Cine Opera: me acuerdo de venir, con mi madre y mi padre, a ver la película de Meteoro, con Susan Sarandon y John Goodman. Plaza de los Bomberos. Ta-Ta. Intendencia. McDonald’s. Burger King. Bowling. Casino. Ta-Ta.

¿Otro Ta-Ta? Dos McDonald’s con siete cuadras de separación no lo cuestiono pero dos Ta-Ta con siete cuadras de separación me llama la atención, aunque mi prejuicio no tiene sentido porque en el Ta-Ta también venden hamburguesas y encima más cosas. Será porque en mi barrio no hay un Ta-Ta. Creo. En Durazno si iba al Ta-Ta. Creo que en Durazno nunca fui al cine. Tanteo la tarde a través de la ventana: un tartamudo tararea taimadamente. Un tachero taciturno atado a un tabaco discute la tarifa con una clienta de tacos, perfecta y tan alta, que aparenta estar llegando tarde a una fiesta. Un tatarabuelo sube a mi ómnibus como una saeta, tambalea y se revienta la pata contra la puerta mientras rescata su tarjeta y larga una inventada perorata sobre cómo usar tapabocas le provoca taquicardia. Que tarado, tampoco es para tanto. Igual tas loco, ya ta calor pa tar de tapaboca, y me mata la picazón en la ñata. Espero que tarde o tamprano tarmine esta puta tandemia. Bueno, ta.

Ta.

Hay algo pintado arriba de este… supermercado. Choco contra cuatro eminentes miradas. Cuatro personas. Cuatro santos. Tres hombres, una mujer. Un megáfono, un pájaro, una puerta, una cámara.
Un pelado; otro pelado además del de la radio gritando a todo lo que da y el chofer que se caga de la risa. Un pelado gordito y de traje que me mira mientras el vidrio ampara mi suspicacia. Creo que lo conozco: una ducha, una cortina, una sombra, un cuchillo. Un grito. Paso unos segundos haciendo
dedo para navegar en mi memoria en busca de un nombre, me engancho en obstáculos invisibles y malos pensamientos que me levantan a la realidad de un tirón, atándome a mi asiento como un ancla.
Que verga. Miro hacia las sublimes figuras que ocupan mi ventana, cada segundo sus miradas se amplifican, me capturan, y en mi interior comienza a sobrevolar el umbral de una duda. Cinemateca.
Un iris incrustado en el mundo. Un portal hacia lo desconocido. Desde mi asiento decido cruzar y tirarme al agua, sin saber cómo.

En un momento de lucidez olvido mi niebla y recuerdo el detalle crucial que se me hallaba velado.
No, no es el nombre. Recuerdo que ya hace tiempo esta no es mi vida, que mi vida está en mi bolsillo.
Recuerdo que no preciso mi memoria, tan sólo el cuarteto de mis ojos y pulgares en dulce sincronía, deslizándose a través de las olas de mi resquebrajado espejo negro.

Escribo:
ttktktktktktktkt
cinemate
No, borro:

claclaclaclac
ttktktktktktktkt
mural cinemateca 18 quie
claclaclaclac
Cada vez que mis dedos se apoyan sobre el vidrio se desprenden más pedazos.
ttktktktktktktkt
pelicula cuchillo ducha
Aprieto enter en el valle agrietado de mi pantalla.
En la profundidad empiezo a ver circuitos, cables, estructuras irreconocibles y abismos interminables.
aprox. 628 mil resultados
Psicosis. Hitchcock.
Yo lo sabía. Estoy casi seguro que lo sabía. Creo que lo sabía.
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mural cinemateca 18 quienes son
enter
aprox. 74 mil resultados

De izquierda a derecha: Fellini, italiano. Hitchcock, inglés. Buñuel, español. Martel, argentina.
De izquierda a derecha: megáfono, pájaro, puerta, cámara.

No conozco a ninguno, salvo un vago recuerdo que me lleva a otra pintura, a una mansión gótica, a unas vías del tren que cubren su entrada. Por un instante escucho la disquisición del viejo, que aún
sigue luchando contra la injusticia de la anonimidad facial. Me recuesto contra el fondo del ómnibus y
dejo salir aire que rebota en mi máscara y estalla contra mis pupilas. Veo la pantalla resquebrajada y
vuelvo a encontrarme en el negro reflejo.

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cinemateca 18
enter

Una astilla se cuartea rasgando mi pulgar.
Parece que la sala del mural no es más que otro ordinario vestigio de la decadencia del centro montevideano. Parece que ahí tocó Zitarrosa luego de volver del exilio al terminar la dictadura. Parece que había otra sala por Lorenzo Carnelli, bajando desde el primer Ta-Ta de 18. Parece que ahí eran dos salas, apropiadamente llamadas Sala Cinemateca y Sala 2. Parece que también había una en Pocitos, que ahí hacían trasnoches y todas las semanas se juntaban los jóvenes a discutir con fervor y devoción. Esa sala me quedaba más cerca. Desde ahí hay dos Ta-Tas a aproximadamente diez cuadras, alejándose de casa en dirección noroeste. Miro el azul tornándose negro y me pienso en miles de historias fabulosas. El chofer pasa sospechosamente expreso por una luz roja y me entra náusea por la velocidad y la manía de mi navegación. Cuando por fin logro abrir la ventana indiscretamente resfriego una caca de paloma por todo el vidrio. Hitchcock. Para mi si lo sabía.

Me pregunto si es que existe Cinemateca, si es que en los últimos dos años de cuarentena han habido
funciones, si las salas habrán cerrado por eso, si Cinemateca se habrá mudado. Si yo fuese Cinemateca: ¿cerca de que Ta-Ta estaría? Me acuerdo que por 8 de octubre hay tres en cercana proximidad, parecería un lugar propicio para la posible proliferación de la actividad fílmica. Pero es demasiado obvio, ya escaparon de la fachada de uno y dejaron el mural para despistar, tiene que ser algo más sutil. Si me dejo llevar por mi investigación preliminar los rastros de cinemateca parecen extenderse, desde mi casa, hacia el oeste. Así que, sin ninguna otra razón más que mi propio egocentrismo, tengo que mirar hacia mi destino, Ciudad Vieja, hacia donde me dirijo en el 60 cruzando la plaza del entrevero, ya pasado de la parada donde debía bajarme. Vislumbro la majestuosa sombra del Salvo y la fuga de la avenida convergiendo en la vacía amplitud de la Plaza Independencia, En una ojeada vivaz, a través de la caca de paloma en el impuro vidrio, a través del maremagnum de la avenida, lo veo: un Ta-Ta. El Ta-Ta.

Me desprendo de mi asiento con una convicción irreconocible, a la velocidad del sonido de una bocina que estalla en la avenida. Bajo del ómnibus antes que se detenga y la puerta se cierra sobre mis talones. Me detengo frente la inmensidad del rojo y blanco al otro lado de la acera, señalando el paso rechinante de personas y ómnibus y autos y humo de cigarros y tapabocas. Siento una vibración desde mi bolsillo, el mundo me requiere. Veo las notificaciones, mi abuela me está esperando para merendar. Me tendría que haber bajado en la cagancha, pero acá estoy, necesito respuestas. La llamo.

¡Hola abu! No voy a poder llegar hoy. Tengo una cita con el destino.


Corto sin esperar contestación y cruzo por el medio de 18 evadiendo taxis y cutcsas y bocinazos y puteadas. Llego al Ta-Ta. Las puertas se abren por sí solas ante mi mesiánica presencia, como moisés
partiendo las aguas. De chico me embolaba la película animada. Ahora la entiendo.


Eh flaco.


Veo al guardia de seguridad que me llama con su fija mirada, y distingo que en su negro uniforme trae el símbolo de un ave: es una señal.

¿Sabés dónde está?

¿Qué decís?¿Dónde está qué? Subite el tapaboca que no te puedo dejar entrar así con eso colgando
de la pera.


Todo gran profeta tiene sus grandes desafíos. Demuestro mi honra al colocarme el tapabocas de un único y sutil movimiento, con una mano y perfecta simetría.

Estoy buscando… la Cinemateca. Algo me dice que en este honorable recinto hay una pista. Que usted, guía, puede saber hacia dónde lleva mi camino.

Lo escucho murmurar debajo de su máscara antes de contestarme.

última hora y otro pelotudo más que viene a romper los huevos
Es ahí a la vuelta, abajo de la Independencia, atrás del Solís. Reconquista y Bartolome Mitre.

Me paro frente al iris que despliega el mundo. El portal. Veo gente a través del transparente vidrio inmaculado, caras, comiendo, tomando café, sonriendo y charlando con alegría en la comisura de los labios. Siento el sudor mojando mi tapabocas. Una pareja sale hacia la terraza de la entrada para sentarse a disfrutar la brisa primaveral que ya trae consigo un dejo del verano. Apenas abren la puerta sus ojos se cruzan con los míos y me escabullo hacia la rambla. Me siento entre las plantas apoyado en el murito sin que nadie me vea, hundiéndome cada vez más detrás de mi máscara. Palmeo mi bolsillo y siento el bulto reconfortante. Dejo caer pedazos de cristal al vaciar mi bolsillo y veo en el negro reflejo como mis pupilas se tranquilizan.

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cinemateca.org.uy
enter

Cada vez me anda más trancado.
Hay una función que ya empieza, un ciclo de entrada libre. Berlanga, la risa amarga. Español, pero no estaba en el mural.

Cinemateca
10/11/2021 – 20:30
PATRIMONIO NACIONAL
Sala 2 – H07
Precio: $0
Forma de pago: Gratuito
Emisión: 10/11/2021, 20:29

Salgo de mi escondite urbanamente salvaje y siento algo húmedo en la parte trasera de mi pantalón.
Miro el murito, veo una caca de paloma, no me importa, no tengo tiempo. Cruzo bajo el iris, subo apresuradamente con la mirada fija en los escalones, apenas saludo tímidamente al acomodador con un parpadeo, abro la puerta. Oscuridad. Silencio. Me siento al fondo en la butaca y siento la caca de paloma explayarse por el asiento. Tomo una larga y oculta bocanada de aire y fijo mi ser sobre la pantalla, la luz que atraviesa la sala se refleja y me atraviesa. El sonido se amplifica por la sala y la imagen comienza a describir movimiento. Allí en la oscuridad siento el resto del vidrio deslizarse de mi bolsillo y bajo mi máscara mis labios se chocan contra la tela, describiendo la risa más dulce que he sentido desde hace tiempo.