A Lee Chang-dong
Yo nunca supe muy bien que eran los sustantivos, aunque si se muy bien que son los adjetivos porque varias veces me dijeron “pavo”. Tuve que aprender.
La cuestión es que con Juana para no olvidarnos que éramos novios nos proponíamos ciertos rituales. De mañana poníamos a Zitarrosa, los sábados mirábamos a Suarez en el Barcelona, en los cumpleaños hacíamos guiso, cuando estábamos tristes tomábamos vino, y cuando no también. Pero el mejor de los rituales, a idea de Juana, era ir los miércoles a Cinemateca, a las 20 hs. sin mirar la cartelera.
Vivíamos en la calle Paraguay a unas 7 cuadras de cinemateca 18, subíamos esa cuesta arriba hacia nuestra gran avenida sin saber que emoción nos iba a encontrar, pero como nos poníamos la pinta para salir, mucho no importaba, porque lo lindo es cuando uno se cruza con el resto de los mortales, y muestra su mejor bufanda a cuadros, sus rulos producto del Sedal “rulos fortuitos”, la campera estampada y las medias haciendo juego entre ellas.
Juana sabia de todo, y yo era mas bien burrito.
Cinemateca 18 tenia esas escaleras medio carmín, que quizás en un momento fueron rojo punzón y que hacían un contraste maravilloso con las luces blancas del TaTa, luces que para un canario son como llamadoras, porque allá en el almacén del pueblo solo hay lamparitas de 25.
Vimos muchas películas que la gente aplaudía, ahí me di cuenta que la gente del interior tenemos dos características, o aplaudimos cualquier pavada o nos quedamos mirando al vacío sin saber bien si estamos impactados o solo es que estamos extrañando. A veces lloramos por eso.
Creo que recuerdo la última vez que fuimos, pero no recuerdo otro silencio tan grande, porque Juana cuando salía de ver una película siempre conversaba, me hacia preguntas, yo pensaba mucho y respondía, siempre o casi siempre nos reíamos, ahí sentí que los dientes pesaban mas que los ojos. Ese silencio se sostuvo por horas.
Yo no me di cuenta, pero el silencio también se sostuvo por meses.
Hay quienes me dicen que ese silencio se ha sostenido por años, yo no se si ese silencio es el de Juana, si es que se llamaba Juana, y si las escaleras eran rojas, o si vivíamos por la calle Paraguay, si en realidad íbamos al cine.
Lo único que recuerdo es que no hace tanto he empezado a anotarme nombres y sustantivos. Porque tengo miedo de olvidar.