Alfredo

Andrés Peri Hada

Me acuerdo de esa función. Estábamos sentados en la última fila cerca del proyector. Era la primera vez que salíamos. No recuerdo si la película la habías elegido vos o yo queriéndome hacer el culto, pero habíamos ido a ver Cinema Paraíso a Cinemateca Pocitos.

En un momento yo pase mi brazo por tu hombro y tú retribuiste el gesto con una sonrisa que no pude descifrar cuando te arreglaste el saco.

La película seguía mezclando el cine con las costumbres de época de un remoto pueblo de Sicilia. Como solo los italianos lo logran hacer, la línea delgada entre la ficción y la realidad se desvanece.

De repente, casi al final se corta la proyección y toda la sala queda a oscuras. Yo me doy vuelta y haciendo un gesto con las manos grito:

—»¡Alfredo, la cinta!».

Los pocos espectadores que habían festejaron la humorada. Tú me miraste entre ruborizada y perpleja pensando «con qué clase de tipo me habré metido».