Centrocine

Manuel Chouza Cabrera

● Apurate que no llegamos, dice Mabel. Yo apreto el tranco lo más posible, más que nada por complacerla, pero con la seguridad de que ahora viviendo a tres cuadras de Centrocine, no hay peligro de quedar afuera.
● Atrás quedó la época de salir dos horas antes del comienzo de la película para esperar el 79 y llegar a tiempo para poder entrar y luego volver del trasnoche en el nocturno de 2y30.
● El entusiasmo sin embargo duró poco, al llegar a Tristán Narvaja, encontramos una serpenteante cola que bajaba por Paysandú desde F. Crespo y doblaba por esta hacia Cerro Largo, o sea, otra vez la incertidumbre de si entrábamos o no a ver a Kusturrica.
● Pero el viejo Miami es grande, son los comentarios optimistas. El frío es penetrante y el boliche de Paysandú y F. Crespo parece un tentador refugio, pero la cola es afuera y crece a pasos agigantados.
● De repente la serpiente comienza a deslizarse, se oye el arrastrar de los pies en la vereda y por Paysandú hacia arriba comenzamos a acercarnos con breves estertores a la ansiada entrada. Finalmente nos marcan el carnét, entramos, nos sentamos, bajan las luces hasta la oscuridad completa y de repente la luz estalla en la pantalla gigante y las estridentes trompetas de Underground nos trasladan a otra realidad posible.