Extraños en la Tormenta

Fabian Arzuaga

La pantalla muestra los créditos finales de una película de Cassavetes. La chica se quita sus gafas y las guarda en su mochila blanca. Se pone su bufanda y sale de la sala. La noche está ventosa y fría, el viento provoca que su cabello vaya en dirección opuesta a su caminar. Piensa que debió de haber traído dinero para tomarse un ómnibus o un taxi, pero la idea de depositar su vida en manos de una persona desconocida le aterra. Gotas finas de lluvia pegan en su rostro, pensó que podría ser esa lluvia leve que viene con las temperaturas tan bajas como las de esa noche. Un rayo cae en el agua, el cielo queda por unos segundos totalmente quieto con líneas que parecen raíces blancas. Un estruendo tardío. La lluvia se desata con intensidad. – Mierda- dice y corre hacia un bar en una esquina frente a la rambla. Menos de una cuadra y quedó completamente mojada. Entra y al cerrarla se apoya agitada sobre la puerta. Un señor sentado de espaldas en una barra larga de madera tomando una cerveza voltea y apenas la mira. Ella se incorpora. Camina unos pasos y observa. Hay un señor jugando en una máquina de dinero, y en una esquina en el fondo contra un ventanal un chico sentado frente a una mesa cuadrada de madera.
Escribe algo en su laptop y se detiene para beber de una taza pequeña. Ella se sienta en una mesa a pocos metros de él. Se saca su abrigo que y lo apoya en una silla. Estornudo estornudo estornudo. – Mierda, lo último que necesitaba era resfriarme ahora.- Mira a su alrededor buscando el baño. No ve indicaciones, ni puertas. El chico. Se acerca a él, – Disculpa- el se quita los auriculares.

-Hola.
-Hola. Sabes dónde es el baño?
-No, es la primera vez que vengo.
-Bueno, gracias igual.
Ella voltea en dirección a la barra y el chico le responde
-Hace un rato le hablé a ese señor, no habla. Y el mozo hace rato que no aparece.
-Necesito pañuelos, papel, algo.
-Creo que tengo- el chico busca en su mochila y saca un paquete de pañuelos descartables – toma, usa los que necesites.
-Muchas gracias. La chica se seca la cara y las manos. – ¿te puedo preguntar qué haces acá? Siento que no va mucho con vos este lugar. Lo observa, tiene ropa casual pero con alguna pequeña distinción que la hace particular, sobre la mesa un cuaderno y un libro que no alcanza a leer el título.
El chico sonríe y le señala la laptop.
-Vine a escribir, es el único sitio que encontré cerca de donde estoy parando.
-¿Te concentras con música?
-Si, es casi un hábito, y en ocasiones un salvavidas- señala con su dedo índice la televisión sobre la barra, se escucha la voz del comentarista de un partido de futbol.- Algo me dice que no estaba en tus planes llegar a este lugar.
La chica se sienta frente a él.
-Estas en lo cierto. Es el primer lugar abierto que encontré.
El chico mira el cielo, las palmeras de la plaza frente a la rambla se sacuden con fuerza, y las gotas de lluvia cada vez más gruesas golpean sobre la ventana.
– Me parece que vas a esperar más de lo que tenés en mente.
La puerta del bar se abre, entra un señor de traje, gorra negra y gafas. Cuelga su abrigo en un perchero en la entrada y camina hacia una mesa. Antes de sentarse saca de su bolsillo cajas de cigarrillos. Diez. El chico y la chica lo observan. El chico mira a la chica que observa por la ventana.
-Abogado.
La chica lo mira con un gesto de duda y voltea a ver al señor.
-Rematador de antigüedades pero hubiese querido ser escritor de obras de teatro.
-Divorciado
-Vive con su gato
-Lee John Grisham
-Trastorno de sueño
-Whisky doble
-Sorrentinos de calabaza.
-Escucha Cacho Castaña
-Hace origami
-¿Sorrentinos de calabaza?
-Tengo hambre- Ambos se ríen. Se miran por un rato sin decir nada.
-¿Qué escribís?
-Esto
La chica lo mira esperando una respuesta más clara.
-Escribo sobre lo cotidiano, las situaciones más simples, lo que pasa mientras estamos vivos.
-Lo verdadero.
-Lo real.
Ambos se miran.