Homenaje a Cinemateca

Garibaldi Lena Sagardoy

Cinemanteca le decía mi vieja.

Mi vieja era una persona muy burlona, con tendencia a deformar palabras y nombres o poner nombretes, sobrenombres.

Pero para mí hablar de Cinemateca hoy es recordar la suerte que tuvimos, sobre todo.

Me crie en dictadura. Los años oscuros. No contábamos con la generación que nos debía pasar la posta. O habían tenido que rajar del país, o estaban presos, o no querían comprometerse.

Había un mundo de libros, escritores, cantores y filmes prohibidos. No había internet.

Si ahora querés ver “Matrix”, podés elegir en internet, si lo querés en inglés con subtítulos, si lo querés oír en castellano…

En aquellos tiempos había cosas que eludían la censura. No sé cómo.

Yo vi “Sacco y Vanzetti” en Cinemateca, en el 81 quizás.

Y además era popular por el precio de la suscripción. Pero además el hecho de que el carné mensual sólo tuviera un nombre y número de cédula y el cuadriculado donde cada película era un cuadradito que tachaba el portero de la sala, permitía que fuera mucha gente a ver las películas que otros no veían. O como mi novia y yo, estudiantes, sin un mango, que íbamos con las tarjetas de los padres de mi amigo Fernando, Héctor y Carmen.

Deberíamos hacer una cuenta estimativa de los asistentes al cine gracias a esta forma y sería increíble.

Además, estaban los comentarios impresos con mimeógrafo, que no sabías si leerlos antes de ver el film o después, pues a veces daban pistas para entender algunos o simplemente te contaban el desarrollo. Pero aprendías de formas de ver cine.

De todas maneras, recuerdo haber armado un cuaderno de comentarios archivados por director.

Había ciclos donde podías ver cine de diferentes países o directores.

Y ¿dónde ibas a ver a Chaplin o a Buster Keaton?

Los que militamos, por esa carencia de “hermanos mayores” que nos apiolaran referente a mecanismos de seguridad, aprendimos de los “Maquis” franceses en “Les armés de les sombres”, o de la resistencia checa en “7 hombres al amanecer”.

Y referente a las luchas en América, ¿dónde veríamos “Viva Zapata” o “La sal de la Tierra”?

Luego vino su apertura al surgir del Canto Popular, recuerdo en el local de Pocitos, a Juan Peyrou por “Los Peyrou” o a Leo Masliah.

Cinemateca es algo que sería bueno hubiera en todo el mundo.

Por nuestra manera de ser, al estar en la cola esperando para entrar se entablaban mil relaciones. De allí salieron parejas y hasta coordinaciones para militar, clubes de escritura o de estudio.

Toda una expresión popular intelectual.

Una Institución que marcó una época. Una época de bares con discusiones sobre los filmes que la barra compartía en el cine y seguía en el bar. Muchas veces de escenas perdidas por un bosque de besos en la última fila de la sala.

Y hoy Cinemateca es un local super moderno. Sé que en esos años las necesidades económicas eran fuertes y debía usarse mucho ingenio para solucionar los problemas.

Y no he mencionado el archivo que era todo un tesoro en el mundo, y estaba en Uruguay.

Yo le debo un homenaje a Cinemateca. Aprendí tanto.

Al extremo de que cuando fui obrero textil en ILDU, en 1984, pude saber que trabajábamos casi en las mismas condiciones que los obreros textiles italianos a fines del siglo XIX, viendo “Los Compañeros”.

Una noche, el padre de este amigo, el que me prestaba la tarjeta, me dijo cuando íbamos a ver “Casablanca” en 1979: “Van a salir del cine cantando la Marsellesa”. Y así fue.

Gracias. Muchas gracias Cinemateca, y en tí, a todes les que te hicieron posible y a les que te compartieron desinteresadamente como el viejo Héctor y su compañera Carmen y su hijo Fernando.