1.
La Sala 3 quedaba a trasmano según la opinión de la mayoría. Para nivelar esa opinión, en dicha sala se exhibían películas de culto que para los especialistas y melómanos no era posible dejar de ver. El recinto de 27 butacas disponía de una pantalla de 5×4 metros, cuya lona estaba bastante sucia y esta circunstancia aumentaba la idea de imágenes muy antiguas.
Fue en oportunidad de un estreno muy exclusivo que los hechos precipitaron la consulta que se me hiciera como experto en fenómenos paranormales. Se trataba de una película de Georges Méliès, Le manoir du diable (1896) que se tradujo al español como La mansión del diablo. Dicha película, considerada la primera película de terror con la transformación de un murciélago en Lucifer, duraba tres minutos; además de esa, había una copia que Cinemateca había conseguido que duraba 10 minutos y era el original sin editar. En contados países había sido autorizada su exhibición a condición que también se proyectara la película con edición. Así que un martes 13 de diciembre se exhibieron ambas versiones del film y en el programa se tituló “13 minutos en La Mansión del Diablo”.
2.
“Germán Villemel, experto en fenómenos paranormales”, esa es mi presentación en revistas especializadas que, al igual que la Sala 3 de Cinemateca, leen solo algunos especialistas y ocasionalmente alguna gente curiosa. Años atrás, Yamandú Marichal me había escrito a la revista Fenomenal consultando si mi nombre era un acrónimo de Herman Melville y ese había sido el único contacto que había tenido con un crítico de cine. Sin embargo, Marie Saintcré –asistente de Manuel Martínez Carril (Director de Cinemateca)– se contactó conmigo esta mañana de Julio y coordinó una reunión.
– Al día siguiente de la exhibición, ya no fue posible entrar a la Sala 3 –explicó la joven– cuando el encargado de mantenimiento fue a forzar la puerta, encontró un cartel con “Ne pas déranger” (No molestar) colgado como si se tratara de una habitación de hotel; a ese episodio se sumaron ruidos siniestros que provenían del interior de la sala y aunque en Cinemateca tenemos criterios muy racionales, tal parece que podría tratarse de un episodio de encantamiento que, ante la duda, hemos decidido evaluar con un experto como usted.
El caso me interesó especialmente ya que los nombres Diablo o Lucifer estaban involucrados en lo que me narró Marie Saintcré y en muy pocas ocasiones de mi larga carrera lo sobrenatural había estado vinculado con ese nivel de posible manifestación.
De mi parte hice varias investigaciones de las que recopilé información interesante, por ejemplo que los países que no permitían la exhibición del rollo de diez minutos, alegaban que no era el legado final del autor. No obstante, fuentes bien informadas decían que en realidad, los asesores de esos países tenían la superstición (prevención, decían) de que el Diablo podría ser convocado con la sola exhibición de la misma. Es más, que en países donde se había exhibido, las cinematecas habían sufrido catástrofes tales como caída del techo, hundimiento de pisos, incendios sin foco ígneo inicial determinado o derrumbe general del edificio.
3.
Mi pranascopio de bolsillo marca Bartleby es altamente preciso y mide alteraciones en los campos energéticos habituales; es un aparato que –una vez que detecta una alteración energética– ofrece una gama de posibles explicaciones. Pero su potencia es mayor si se lo alimenta con información, lo que hice con toda la data de que disponía. Ni bien llegamos a la Sala 3, pedí que se retiraran todos ya que el aparato es muy sensible y podía tardar más si necesitaba despejar información energética de personas presentes.
– Conmigo basta –expliqué.
La Sala 3 era una casa grande para familias pero pequeña para sala de cine, sin embargo había sido adquirida y acondicionada con tal fin y teniendo en cuenta que se usaría para exhibiciones que jamás tendrían más de 27 espectadores. En planos del edificio que me habían proporcionado en Cinemateca, pude ver que la casa vecina tenía un conducto de ventilación que conectaba con ella, sin dudas porque originalmente se trataba de una sola construcción que luego se fraccionó, quedando esa conexión, ahora obturada en sus entradas.
Los primeros resultados del pranascopio, indicaban una indudable presencia de “energías y entidades de pensamiento sucias u oscuras”. Esta primera medición la hice desde la puerta de ingreso a la sala, la misma que estaba inoperativa. Es así que procedí a gestionar el ingreso a través del ducto de ventilación que conectaba con la casa vecina.
La habitaba Doña Luisa Lanez, una anciana que confirmó haber escuchado ruidos y “sentí un olor a azufre que se fue convirtiendo en olor a huevos podridos”. Para no alarmar a la anciana, le dije que queríamos desobturar la entrada porque había ratas muertas adentro; los gastos relacionados con esa tarea correrían por cuenta de Cinemateca. Ella aceptó pero me dijo,
– El diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo, no creo que sean ratas muertas sino que ahí hay algo maligno…
La palabra “diablo” pronunciada por Doña Luisa, hizo mover la aguja del pranascopio.
Al llegar al otro lado del ducto, una vez que dos obreros lograron abrir la tapa que daba a la sala y se retiraron por pedido mío, me dispuse a ingresar. Primero metí el brazo sosteniendo el pranascopio y para sorpresa y angustia de mi persona, éste estalló. Metí la cabeza y vi a alguien sentado en una butaca de la primera fila. Debo confesar que, a pesar de tener un entrenamiento especial para estos asuntos, tenía miedo. La figura masculina vestía sombrero, tenía un brazo apoyado en la butaca adjunta que remataba en una mano con dedos muy largos con uñas muy largas y curvas.
– ¿Señor? –dije en voz muy alta
4.
A fines de los ochenta, había visto en Sala 1 de Cinemateca La rosa púrpura del Cairo, memorable película de Woody Allen en la que el personaje abandona la pantalla para ingresar en el mundo real. Al ver al hombre sentado en la primera fila, sospeché que algo de eso estaba ocurriendo ahora. Excepto que la figura que yo veía, claramente tenía características de holograma ya que era traslúcida. Subrepticiamente, apareció junto a él otra figura femenina; veía que movían sus labios como si conversaran, “claro –pensé– es una película muda” y de inmediato sentí pena por mí mismo y por mi conclusión que en ese momento era tan inútil como yo mismo parado frente a esa escena auténticamente sobrenatural.
Moví los brazos frente a ellos y emití varios sonidos que articulaban palabras sin que nada ocurriera. Había leído el guion de la película y sabía que en la misma, Lucifer era derrotado por un caballero que exhibió una cruz frente a él. Desmonté dos posa brazos y fabriqué una cruz, procedí como el caballero y de inmediato las figuras de esfumaron, las luces de sala se encendieron y la puerta de ingreso se abrió de par en par.
¿Qué pasó? –preguntaron los que aguardaban afuera, Manuel Martínez Carril y Marie Saintcré encabezando el grupo
Nada –respondí– creo que una extraña bomba de vacío se había formado bloqueando la puerta, generando ruidos y olores; una vez abierto el ducto se descomprimió
5.
Una de las razones principales por las que soy “experto en asuntos paranormales”, es que aprendí a “proteger” a mis clientes de aquellos asuntos difíciles de comprender. No busco fama, por el contrario, aprecio poder solucionar cuestiones como la narrada y colaborar con la creencia de que “los fantasmas no existen”. Mi tarea, finalmente, es que no existan.
Marie Saintcré me dio un abono por dos años como pago por mis molestias; naturalmente, nada dije de mi costosísimo pranascopio. Durante dos años pues, disfruté del mundo fantasmagórico de Cinemateca, donde los fantasmas nos entretienen atrapados en sus celdas de celuloide y luz.