¡Qué película! ¡Qué excitados nos dejó! Y ahora mientras escribo, reparo que en el boletín la puntúan con mezquinas tres estrellas al clásico de los cuarenta I WALKED WITH A ZOMBIE. Pero ya sabemos de lo alta que tiene la vara el erudito Martínez Carril y sus aliados en la Cinemateca.
Se nota en Jacques Tourneur, el empeño, el esmero. La mano de un artesano, de un maestro. El cuidado del plano; de los balances. Utilización de las luces. —Y de las sombras—. Hay un manejo de los medios impresionante.
Un film noir en lo estético, pero con tratamiento sobre lo mágico, sobre las creencias. Tenso y con momentos escalofriantes.
Reparo en una toma, cuando la protagonista —una misionera canadiense en Haití— queda reflexionando frente al mar, abstraída sobre un acantilado. La espuma que recorta su silueta y el sonido de las olas que van y vienen, aporta una idea alucinante: que va a quedar atrapada por las fuerzas de la naturaleza: ella, una mujer occidental: va a quedar atrapada en cosas que no cree.
He de confesar que con Chelo nos perdimos los créditos. Pero recién había comenzado (?). Nos quedamos escabiando en el Bar de la esquina —Rivera y Roxlo—. Haciendo la previa y repasando la interesante filmografía americana del francés, se nos pasó la hora.
Aquel, whisky y yo grappa con limón; como siempre.
No éramos más de seis, ese jueves de febrero en la acogedora SALA 2, en el subsuelo de la Sala Cinemateca. Nosotros dos y cuatro viejos. Para la última proyección de una versión, que aclaraba la info, era en 35 mm, pero doblada al castellano. Algo insólito pero el que avisa no es traidor; sabíamos a que veníamos y que podía aparecer algún momento jocoso.
La había visto más de una vez, pero no me acordaba del trágico final: el hermano alcohólico del protagonista termina matando a su cuñada.
[Spoiler: era la zombie que deambulaba por los cañaverales en velo bajo el hechizo vudú.]